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lunes, 10 de diciembre de 2012

FRACCIONES


El fraccionador...

Fracciones y sus términos  

Comparar fracciones

Fracciones equivalentes

Fracciones decimales
 
El castillo de las fracciones


LA COMA: ESA GRAN DESCONOCIDA...


Algunas historias curiosas sobre el uso de la coma.

1. Cuenta la anécdota que al emperador Carlos V se le entregó para firmar la siguiente sentencia sobre un prisionero que pedía la condonación de su pena de muerte:

Perdón imposible, que cumpla su condena.

Pero en aquel momento, el monarca, sorprendido repentinamente por un sentimiento piadoso, antes de firmar, cambió la coma:

Perdón, imposible que cumpla su condena.

Con un simple cambio de puntuación cambió el destino de aquel prisionero

2.- Un soldado fue a consultar a la Sibila de Cumas (más o menos, el equivalente romano de nuestros “videntes”) y obtuvo la siguiente respuesta: IBIS REDIBIS NON MORIERIS IN BELLO, que quiere decir: IRÁS VOLVERÁS NO MORIRÁS EN LA GUERRA Tanto en latín como en castellano, el significado cambia dependiendo del lugar en el que coloquemos las pausas:
IRÁS, VOLVERÁS, NO MORIRÁS EN LA GUERRA 
IRÁS, ¿VOLVERÁS? NO, MORIRÁS EN LA GUERRA


3. ‘Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría a cuatro patas en su búsqueda’. 

Si eres mujer, con toda seguridad colocarías la coma después de la palabra mujer.

Si eres hombre, con toda seguridad colocarías la coma después de la palabra tienes

4.  Se cuenta de un señor que, por ignorancia o malicia, dejó al morir el siguiente testamento, falto de todo signo de puntuación:
«Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco jamás páguese la cuenta al sastre nunca de ningún modo para los jesuitas todo lo dicho es mi deseo». Se dio lectura del documento a las personas aludidas en el mismo y cada cual se atribuía la preferencia; mas, a fin de resolver estas dudas, acordaron que cada uno de los grupos interesados en la herencia presentara el escrito con los signos de puntuación cuya falta motivaba la discordia. Y, en efecto, el sobrino Juan lo presentó de esta forma:
«Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, páguese la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».
Como se ve, el favorecido era Juan; pero, no conformándose Luis, éste lo arregló del siguiente modo:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No: a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, páguese la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
El sastre a su vez, justificó su reclamación como sigue:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. Páguese la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».
De este modo, el sastre intentó cobrar su cuenta; pero se interpusieron los jesuitas, reclamando toda la herencia, sosteniendo que la verdadera interpretación del escrito era ésta:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¿Páguese la cuenta al sastre? Nunca, de ningún modo. Para los jesuitas todo. Lo dicho es mi deseo».
Esta lectura motivó gran escándalo entre los concurrentes y para poner orden acudió la autoridad. Ésta consiguió restablecer la calma y, después de examinar el escrito objeto de la discusión, exclamó en tono severo:
«Señores, aquí se trata de cometer un fraude; la herencia pertenece al Estado, según las leyes en vigor; así lo prueba la verdadera interpretación del escrito, que es la siguiente:
“¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás páguese la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo. “
“En virtud de esta interpretación y, no resultando herederos para la herencia, yo, el Juez…etc., etc., , me incauto de ella en nombre del Estado. Queda terminado el asunto”.
 
 
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